jueves, 20 de junio de 2013

¿CONOCES LAS FASES DE UNA BURBUJA?

Las burbujas económicas son un fenómeno sociológico que me parece muy interesante porque solapan en el tiempo diversos factores del comportamiento humano y generan consecuencias directas para la economía, primero positivas mientras se inflan y luego negativas al pincharse. Siembran catástrofes futuras a cambio de mejorar el presente. En las burbujas, normalmente confluyen más de una única tendencia, a menudo de diferente naturaleza, que favorecen su creación. Cuantos más astros se alineen, cuantas más tendencias favorables se vayan sucediendo, más durará el proceso de inflarse de la burbuja, lo que generará una mayor magnitud de la misma y una mayor explosión, al final.

En economía, la burbuja sería la fase en que una tendencia se magnifica hasta el absurdo, hasta unos niveles insostenibles en el futuro cuando las variables reviertan a niveles más normales. La tendencia humana de querer prolongar la duración de todo lo bueno que dura algún tiempo, basándonos principalmente en el deseo, favorece el exceso de confianza, lo que se traduce en un exceso de inversión y gasto, en un exceso de capacidad productiva y de inventarios. Cuando las tendencias frenan a ritmos más normales, se hace evidente el exceso. El exceso significa que esa capacidad insostenible por ser altamente ociosa se traduce en pérdidas. El ajuste a la baja de la capacidad reduce el nivel de empleo, parte del cual no hubiera sido creado (en ese período) si no se hubiera inflado esa burbuja de expectativas.

Como ejemplo de burbuja inmobiliaria, en España, país de unos 45 millones de habitantes, se construyeron en el clímax más viviendas en un año que en Alemania, Francia, Reino Unido e Italia juntas, que suman unos 280 millones de habitantes.

En la burbuja inmobiliaria española se sumaron varias tendencias que prolongaron el movimiento unos doce años, de 1995 a 2007. A partir de 1995, la generación del baby-boom empezó buscar casa en tropel. La bonanza económica del momento se vio amplificada internacionalmente por la burbuja "punto com" y la eficiencia generalizada que aportaron aquellos avances de la tecnología. La mejora económica también estuvo apoyada por el dinero europeo (Fondos de Cohesión). La llegada de emigrantes, especialmente de Latinoamérica, se intensificó, lo que contribuyó a espolear más la necesidad de viviendas. La desaparición de la peseta y entrada en vigor del euro canalizó dinero negro hacia los inmuebles, más opacos para Hacienda que el sistema financiero (cuentas corrientes, depósitos, etc). Con la implementación del euro, los tipos de interés se dirigieron desde Europa. En aquellos momentos, tanto Alemania, lastrada por su integración con el Este, como Francia, necesitaban tipos bajos para favorecer el crecimiento económico. Para España, que venía de tipos de interés cercanos al 10% durante esa década, supuso una explosión del crédito, parte del cual se canalizó al inmobiliario (hipotecas)  y al consumo (por ejemplo, la compra de coches). Es decir, mientras el crédito bancario crecía casi al 20% anual, algo que a mí me hacía temblar, el Banco de España miraba a otro lado. En vez de obligar a la banca a aumentar provisiones y exigencias por la concesión de tanto crédito, algo que hubiera sido criticado por todos (políticos, bancos, sindicatos, etc), se contentó con realizar tímidos avisos de prudencia (eso no hace enemigos y sirve de justificación por lo que pueda venir).

Desde el mundo político, la liberalización del suelo del gobierno Aznar, lejos de favorecer un aumento de la oferta edificable y bajar consecuentemente los precios, dividió España en miles de pequeños Reinos de Taifas donde los alcaldes y concejales se hicieron partners de los constructores locales para dirigir el cotarro de esa oferta de suelo supuestamente libre. (Si alguien quiere investigar la corrupción urbanística en España no tiene más que ir a una localidad e investigar las participaciones de estas autoridades en el capital de las constructoras de la zona. Más fácil, imposible).

A continuación, te muestro un gráfico que creo que resume bastante bien las fases de una crisis desde el punto de vista inversor. Primero, el smartmoney (los inversores más visionarios) toma posiciones en bienes o tendencias que creen que serán necesari@s en un futuro próximo. Luego, cuando empieza a ser algo más evidente, una gran masa de inversores institucionales (gestores y analistas) empieza a meter dinero ahí porque piensan que hay una tendencia socioeconómica y que durará. Luego llega la fase minorista, cuando los inversores no profesionales invierten. Ahí, la tendencia ya lleva tiempo y empieza la etapa más peligrosa de la burbuja, la previa al estallido. Esta fase puede durar varios años y se ve alimentada por el clamor mediático: los medios de comunicación se hacen eco de lo rentable que es esa inversión y la población generaliza la idea de que esa tendencia seguirá por muchos años. Como en un sistema piramidal, mientras muchos sigan confiando, seguirá entrando dinero y la rueda seguirá girando, es la profecía que se autocumple, que se hace a sí misma. En ese momento, da la sensación de que "hasta el más tonto puede hacerse rico fácilmente". Por si fuera poco, ante una tendencia tan clara, los inversores invierten mucho a crédito (porque los intereses cuestan muy poco comparado con lo que creen que pueden generar). En el clímax, los argumentos que justifican que esa maravillosa tendencia no acabará nunca empiezan a parecer imposible. Entonces, en ocasiones se crea un nuevo paradigma ante la necesidad de creer en algo que justifique que la tendencia debe seguir. En el punto álgido de la burbuja "punto com" se decía que las valoraciones tradicionales no servían, que lo nuevo eran los clicks, aunque entonces apenas generaran  ingresos. 

En mi opinión, hoy nos hemos inventado varios paradigmas para poder decir que lo que históricamente son aberraciones monetarias que acaban en grandes desastres socioeconómicos, hoy no lo son. Unos dicen que los déficits fiscales no importan mientras el gobierno pueda seguir haciendo billetes (a través de su Banco Central). Creer eso es creer que no importa si ese exceso monetario genera inflación, ni burbujas, ni revoluciones sociales al ver cómo se utiliza para beneficiar arbitrariamente a unos frente a otros. Supone que es igual crear riqueza que crear billetes y que la sociedad siempre le dará mucho valor a esos billetes que emiten sin orden ni concierto. Yo creo que, cuando una sociedad crece económicamente, cuando genera riqueza, el Banco Central debe crear más dinero para facilitar que esa riqueza ahora mayor pueda continuar fluyendo ágilmente por el sistema. No hacerlo supondría frenar el crecimiento económico natural, algo absurdo. Sin embargo, como en un trinquete, el mecanismo no funciona en la otra dirección: crear billetes cuando el sistema ya tiene tanto como necesita apenas genera riqueza (quitando el efímero tirón inicial) porque es básicamente una redistribución de la misma, y sí siembra otros riesgos que te he explicado en diversas ocasiones.

Los BCs se empeñan en fabricar ellos con su exceso de liquidez la confianza que la economía por sí misma no genera, aspirando a que algún día la bonanza económica les sustituirá a ellos en esa tarea. Pero, ¿qué pasa si la bonanza no llega en suficiente medida precisamente porque estamos en una recuperación "prestada" y no generada naturalmente? Pues que te encuentras con una burbuja porque las tendencias (del precio de los activos, en el caso actual) no reflejan la realidad económica sino la fabricación en los despachos oficiales. Además, al concentrar esta burbuja en bienes poseídos por la minoría social más rica, estas políticas agudizan las diferencias sociales que el propio capitalismo tiende a generar con los años, al premiar más a los que más mejoran la vida de los consumidores y empresas. Bienvenido al maravilloso reino de los BCs.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...